No conocíamos a nadie de Don Torcuato, que encima nos quedaba “lejos”. Eso no importó mucho. Por el contrario, fue mejor. Empezamos a trabajar con muchísimo entusiasmo, fuerza y sobre todo, fe. Éramos jóvenes, con una vocación única y unas ganas de compartir nuestra experiencia con Jesús. Esa era siempre nuestra meta; que cada persona de Don Torcuato supiera que había un Jesús esperando.
Nuestro primer objetivo fue hacer un Emaús cerrado para el colegio San Felipe. Así armamos el equipo y empezamos con los rodajes. Habíamos sumado gente que “conociera” a alguien en Don Torcuato para empezar a integrarnos en esa comunidad. Lamentablemente, algunos de los chicos se fueron bajando de la lista de anotados y a pocos días del Emaús el colegio nos suspendió el retiro.
En ese momento, decidimos redoblar la apuesta: Emaús I abierto de Don Torcuato. Sonaba a una locura, sí. Otra más, pero la mejor de todas. Costó y mucho. Faltando 72 horas para el inicio del Emaús había una sola persona anotada. Bajar los brazos nunca fue una opción. Pedimos ayuda, nos juntamos a rezar en la parroquia La Merced con amigos y al día siguiente teníamos una lista de 21 anotados. “El Milagro de Torcuato” tomó fuerza esa noche. El resto es historia conocida.
Hoy la sede tiene ya más de 10 años y actividades de todo tipo; horas santas, misiones, retiros. Pero sobre todo tiene lo más importante, a María como estrella y Jesús como centro.